“…el hombre del siglo XX se siente aplastado por tanto funcionalismo, por tanta lógica y utilidad dentro de la arquitectura moderna.”   –  Mathias Goeritz

“…que cada vez que la memoria trata de recordar algo lo reinventa. Nunca es fiel la reproducción. Por fortuna la memoria es creadora…”  –  Octavio Paz

En 1953 Mathias Goeritz inaugura el Museo El Eco, obra crucial en la historia del arte moderno en México y reflejo vivo del manifiesto de “arquitectura emocional“ que el arquitecto-escultor legara un año más tarde. El espacio más que servir como contenedor de obras de arte, se plantea como promotor y activador de la “obra de arte total” o “gesamtkunstwerk”, invitando a que las representaciones escénicas o cualquier otra actividad se integre y sume valor a la experiencia de este espacio. De 1955 a 1971 Goeritz realiza una serie de proyectos de torres en diferentes escalas. Las torres, sin un uso específico de función, materiales o sistemas constructivos, aluden más a variables de proporción, orden y ocupación, para dotar de intensidad a la experiencia espacial. La siguiente propuesta para la intervención del Museo El Eco reconfigura la estructura espacial del patio a partir de la reproducción del único objeto original remanente del patio: la torre. La propuesta establece un orden espacial que en tanto condiciona el valor utilitario del patio como argumenta en favor de la intensificación de su experiencia emocional. De esta forma los programas requeridos por la convocatoria como representaciones escénicas, reuniones, talleres, etcétera, más que renunciar, deberán integrarse y sumarse a la “obra de arte total” concebida por Mathias Goeritz en 1957. Para la construcción de las nuevas torres se propone un sistema auto-portante y libre de cimientos basado en un dado de concreto que sujeta a compresión casetones de poliestireno con varillas roscadas y placas de triplay reforzadas. Sin titubeos por el tipo de acabado, tanto las torres nuevas como la torre original, se forran con tela de yute enyesada. Las nuevas estructuras, calculadas para soportar vientos de hasta 50 km/hr no impedirán la deformación por dicha fuerza y liberarán el polvo de yeso del acabado superficial, dejando temporalmente la sutil constancia de su reciente origen. Las evidencias de la fricción entre la propuesta y las condiciones ambientales naturales invitarán a los visitantes a recuperar a través de la memoria la torre y el patio original, y será mediante este proceso de reconstrucción y reapropiación del pasado “individual y creativo” que el espíritu de Goertiz y “la arquitectura emocional” recolonice con nuevo vigor el patio del Museo del Eco.

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